Sacramento de reconciliación

sacrement de reconciliation

Hace dos mil años, cuando Jesús caminaba en esta tierra, curaba a los enfermos, los tocaba y los levantaba diciendo: “Te perdono tus pecados”. Así, en el Evangelio de San Marcos en el capítulo 2, vemos que Jesús perdona los pecados al paralítico y le devuelve la salud del cuerpo.

Jesús muerto y Resucitado quiere que la Iglesia continúe su obra de curación y de salvación, por la fuerza del Espíritu Santo. “La tarde de PASCUA, EL Señor Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. Aquellos a quienes vosotros perdonaréis los pecados, les serán perdonados. Y aquellos a quienes no les perdonéis, no les serán perdonados” (Evangelio de san Juan 20, 23).

El sacerdote, que también es pecador y experimenta la alegría de la misericordia en el sacramento de reconciliación, es servidor de la Misericordia, para que nosotros podamos recibir el sacramento de reconciliación. La manera la más sencilla y la más normal para recibir el sacramento de reconciliación es dirigirse a un sacerdote. Si no sabemos cómo comenzar, eso no es un problema, el sacerdote nos guiará.

En el sacramento de reconciliación, nosotros confesamos, reconocemos la Misericordia de Dios que nos espera siempre, nos entiende siempre, nos perdona siempre y confesamos nuestro pecado, el mal que somos capaces de cometer. Jesús nos acoge con todos nuestros pecados, para darnos un corazón nuevo, capaz de mar como Él ama. “Él nunca se asusta de nuestros pecados” (Papa Francisco).

El sacramento de reconciliación cura el corazón del hombre herido por el mal. Nos permite encontrar la frescura de nuestro bautismo. Es una experiencia de misericordia, que nos hace capaces de cambiar, de convertirnos, de perdonar y de vivir como cristianos. Nosotros somos reconciliados con Dios, con la Iglesia y con nuestros hermanos. Nosotros recibimos la fuerza del amor de Dios que nos devuelve la vida y el entusiasmo de la fe.